Vladimir Putin ha infringido una severa derrota política a la Unión Europea con su amenaza de cortar el envío de gas a la UE (ayer Gazpron anunció otro nuevo recorte a partir del miércoles del envío de gas) con la que está rompiendo la unidad de acción de los países de la Unión (Hungría ya está negociando directamente con Moscú su aprovisionamiento de gas ruso) y en consecuencia dañando y desautorizado a la Comisión Europea.
La que tras las protestas de varios países (y España ahí incluida) ha tenido que rebajar su exigencia inicial y preventiva de reducir el 15 % del consumo de energía desde el 1 de agosto hasta finales de marzo de 2023. Todo ello en vísperas del Consejo Europeo que hoy se reúne en Bruselas y en medio del desconcierto y la confusión general de la UE.
Al fondo aparecen las sanciones de los países de Occidente a Rusia tras el ataque y la invasión de Ucrania decididos por Putin. Sanciones que, lejos de ablandar su posición en la guerra y de provocar un severo impacto social en Rusia, están provocando por la crisis energética un efecto boomerang en la UE con importantes daños económicos y sociales que generan inflación y se pueden multiplicar de manera exponencial si Rusia cierra al completo el grifo del gas y empuja a Europa hacia la recesión.
En estas circunstancias llama la atención la pérdida de liderazgo y autoridad de la presidenta de la Comisión Europea Úrsula Von Der Leyen a la que se le han ‘sublevado’ varios países de la UE, y cuyo mando en Europa lo asumirá en estos momentos de perplejidad y confusión el Consejo Europeo de los 27 países de la Unión, que para decisiones importantes requiere la unanimidad y que hoy se reúne en Bruselas.
No obstante hay algo en lo que la Unión Europea, cueste lo que cueste, no puede ni va a ceder ante Putin como es en el compromiso y la defensa de sus principios democráticos, libertades y el Derecho internacional que están en la base y el origen de los Tratados fundacionales de la UE.
Pero desde que comenzó la guerra de Ucrania ni la Comisión ni el Consejo de la UE han estado a la altura de las circunstancias como tampoco lo han estado los EE.UU. y la OTAN. Los que no han encontrado el camino eficaz para disuadir y para frenar a Putin, como consecuencia de la dependencia europea del gas y del petróleo ruso. Dependencias a las que hasta ahora las naciones occidentales no encontraron alternativas suficientes para evitar el chantaje de Moscú.
Cuidado con Argelia
Y en lo que a España se refiere, mucho cuidado con Argelia, que mantiene el bloqueo pleno de las relaciones comerciales con España tras la decisión de Pedro Sánchez de entregar el Sáhara Occidental a Marruecos.
Porque si Rusia decid cerrar el grifo del gas a la UE entonces y, en medio, tan enorme crisis energética europea, Argelia se convertiría en proveedor fundamental de la UE (a través del gaseoducto que la une con Italia) y, en ese caso, podría cortar o reducir el envío de gas a España sin que la UE le pudiera imponer sanciones al Gobierno de Argel.
Lo que para nuestro país, tan poco solidario con Alemania se convertiría en un desastre monumental cuya responsabilidad recaería exclusivamente en Pedro Sánchez porque fue personalmente él quien rompió el equilibrio diplomático, entre Rabat y Argel, en el Sáhara Occidental.
source : republica
La que tras las protestas de varios países (y España ahí incluida) ha tenido que rebajar su exigencia inicial y preventiva de reducir el 15 % del consumo de energía desde el 1 de agosto hasta finales de marzo de 2023. Todo ello en vísperas del Consejo Europeo que hoy se reúne en Bruselas y en medio del desconcierto y la confusión general de la UE.
Al fondo aparecen las sanciones de los países de Occidente a Rusia tras el ataque y la invasión de Ucrania decididos por Putin. Sanciones que, lejos de ablandar su posición en la guerra y de provocar un severo impacto social en Rusia, están provocando por la crisis energética un efecto boomerang en la UE con importantes daños económicos y sociales que generan inflación y se pueden multiplicar de manera exponencial si Rusia cierra al completo el grifo del gas y empuja a Europa hacia la recesión.
En estas circunstancias llama la atención la pérdida de liderazgo y autoridad de la presidenta de la Comisión Europea Úrsula Von Der Leyen a la que se le han ‘sublevado’ varios países de la UE, y cuyo mando en Europa lo asumirá en estos momentos de perplejidad y confusión el Consejo Europeo de los 27 países de la Unión, que para decisiones importantes requiere la unanimidad y que hoy se reúne en Bruselas.
No obstante hay algo en lo que la Unión Europea, cueste lo que cueste, no puede ni va a ceder ante Putin como es en el compromiso y la defensa de sus principios democráticos, libertades y el Derecho internacional que están en la base y el origen de los Tratados fundacionales de la UE.
Pero desde que comenzó la guerra de Ucrania ni la Comisión ni el Consejo de la UE han estado a la altura de las circunstancias como tampoco lo han estado los EE.UU. y la OTAN. Los que no han encontrado el camino eficaz para disuadir y para frenar a Putin, como consecuencia de la dependencia europea del gas y del petróleo ruso. Dependencias a las que hasta ahora las naciones occidentales no encontraron alternativas suficientes para evitar el chantaje de Moscú.
Cuidado con Argelia
Y en lo que a España se refiere, mucho cuidado con Argelia, que mantiene el bloqueo pleno de las relaciones comerciales con España tras la decisión de Pedro Sánchez de entregar el Sáhara Occidental a Marruecos.
Porque si Rusia decid cerrar el grifo del gas a la UE entonces y, en medio, tan enorme crisis energética europea, Argelia se convertiría en proveedor fundamental de la UE (a través del gaseoducto que la une con Italia) y, en ese caso, podría cortar o reducir el envío de gas a España sin que la UE le pudiera imponer sanciones al Gobierno de Argel.
Lo que para nuestro país, tan poco solidario con Alemania se convertiría en un desastre monumental cuya responsabilidad recaería exclusivamente en Pedro Sánchez porque fue personalmente él quien rompió el equilibrio diplomático, entre Rabat y Argel, en el Sáhara Occidental.
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